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jueves, 17 de febrero de 2011

¡Príncipe recibe la Palabra de Dios de manos de un niño!

Escriben Tomás y Paloma, de Atención Familiar, Latinoamérica:
Leyendo el periódico nos enteramos de que el buque escuela de la marina española acababa de atracar en el puerto,
con el príncipe Felipe a bordo. ¡Nos animamos a ir para tratar de testificarle!
El primer equipo que enviamos al enorme buque de vela estilo antiguo fue muy bien recibido, pero el Príncipe no estaba a
bordo ese día. Al día siguiente mandamos un grupo más pequeño compuesto de Tomás, Paloma, Felipe y Emanuel, de 5 años de edad, para proseguir nuestra labor. El pequeño Emanuel oró fervientemente para que pudiéramos «subir al barco y conocer al Príncipe». Y así, ¡emprendimos nuestra misión!
¡Al llegar al puerto el guardia nos detuvo aduciendo que aquel día no se permitían visitas al barco! ¡Cómo! ¿Habíamos ido hasta allá en vano? ¡El guardia dijo que la única manera de subir a bordo sería obteniendo permiso de un oficial! ¡Por milagro conocimos a un oficial que nos hizo pasar! ¡Gracias Señor!
Otro señor, Diego, al enterarse de que formábamos parte del grupo infantil que había cantado en el barco el día anterior, arregló todo para que hiciéramos una visita acompañada. ¡Era un verdadero ángel!
Conforme descendíamos hacia el lujoso comedor, nuestras miradas se encontraron con la de un joven marino, muy buen mozo, de 19 años de edad y ojos azules. ¡Reconocimos que se trataba del Príncipe! Nos estaba mirando fijamente desde el otro lado de la sala, y Paloma preguntó si los dos niños podían ir a darle un beso al Príncipe. Diego le echó una mirada al Príncipe y le preguntó si los chicos se le podían acercar, y éste asintió amablemente con la cabeza.
¡Nos palpitaba el corazón mientras atravesábamos el salón para conocer al heredero del trono español! El Príncipe extendió la mano, estrechó la del pequeño Felipe y lo saludó sonriente. Paloma, que es española, habló un ratito con él sobre el viaje, nuestra obra y los niños. Al Príncipe se le notaba algo desilusionado por haberse perdido la presentación de los niños. Entonces Paloma le dio a él y a los oficiales que lo rodeaban hermosos ejemplares del poster «¡A navegar en el Amor!» en español. El pequeño Emanuel le preguntó si quería recibir a Jesús en su corazón, a lo cual él repuso: «¡Sí, cómo no!», y escuchó atentamente mientras Emanuel le decía la oración de Salvación. Comentó: «¡Te sabes muy bien tus oraciones!», y se mostró visiblemente conmovido.
Paloma le enseñó entonces cortésmente la plegaria que figura al dorso del afiche y le dijo que la podía leer más tarde. Él respondió: «¡Ah, sí, lo haré!»
Nuestro guía, algo sorprendido por
nuestro inesperado encuentro, le dijo a Paloma que ya era hora de marcharnos. Así que le dimos las gracias al Príncipe por su cordialidad, le estrechamos la mano y le dijimos: «¡Dios te bendiga!» El pequeño Felipe le dio un abrazo y todos nos despedimos agitando las manos. Nuestro acompañante nos llevó entonces hasta la salida del barco.
Nos impresionó la sencillez del Príncipe y la ternura y bondad con que trató a los niños. Parecía tener verdadero brillo en su rostro. ¡Alabamos al Señor por responder a nuestras oraciones y sobre todo por honrar la fe del pequeño Emanuel!

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