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jueves, 17 de febrero de 2011

Una semillita de fe

Angelina, Ucrania
En la última etapa de un largo viaje para visitar a mis padres en los Balcanes, conocí a un joven griego llamado Vagelis. De inmediato entablamos una interesante conversación sobre Dios, tema que según él era demasiado amplio para tratarlo en aquel viaje de hora y media en autobús. Vagelis me explicó que era ateo y creía en la evolución. Puntualizó que había creído en Dios cuando era más joven, pero la enseñanza superior le había abierto los ojos.
Debatimos varios puntos y nos hicimos preguntas mutuamente. Al poco rato me di cuenta de que prácticamente no sabía mucho -a diferencia de él- de los argumentos científicos y teorías relacionadas con la evolución. De lo que sí podía hablar con conocimiento de causa y convicción era de mis experiencias con un Dios vivo que obra en mi vida y en la de los que me rodean. Eso le causó mayor impresión a Vagelis que mis intentos de polemizar con él sobre datos concretos.
Al despedirnos, le di a Vagelis un ejemplar que llevaba conmigo del librito sobre el evolucionismo (La evolución: ¿un mito?)
Me prometió leerlo e intercambiamos direcciones y números de SMS.
Pocos días después, me llegó un mensaje SMS de Vagelis que decía:
Angelina, necesito un favor. Me gustaría orar, pero me he alejado demasiado de Dios. Agradecería mucho que oraras por mí. Yo he orado, pero estoy seguro de que Dios no me escuchará. No quiero mentirte. Ahora mismo no tengo fe, pero empiezo a sentir algo. Gracias por tu apoyo. Espero verte de nuevo algún día. Te enviaré un mensaje a tu dirección de correo electrónico tan pronto como pueda.
Mis padres y yo oramos de inmediato por Vagelis, y en los días siguientes lo tuve presente en mis oraciones. Luego de volver a casa después de visitar a mis padres, me llegó un mensaje de correo electrónico. Era de Vagelis; me contaba que no estaba seguro de si se debería a la oración o a otra causa, pero que su situación había mejorado bastante. No sé si todavía no estará seguro de a qué se deba, pero yo sí que lo estoy. ¡Esa semillita de fe ha comenzado a crecer y a echar raíces!

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